Comer es un placer pero, ¿qué pasa cuándo ciertos alimentos no nos sientan especialmente bien? Existen alergias de mucho tipo y dentro de la cocina también las hay. Tener alergia a algún alimento o a un conjunto de los mismos es una problema que afecta en mayor porcentaje a los niños que a los adultos. Concretamente las alergias alimenticias infantiles representan, hasta los 6 años de edad, un 8% del total, mientras que las personas adultas rozan de lejos el 2%.
Las precauciones son pocas a la hora de dar de comer a un niño pequeño, ya que podemos suministrarle alguna comida que nunca haya probado y resultar fatal para su salud, con lo que la capacidad de reacción de la que tenemos que hacer gala es fundamental para evitar males mayores. Desde los primeros días de vida como lactante, el organismo del niño es capaz de mostrarse reacio, es por eso que el cuidado debe ser extremo.
Para toda la vida
Si bien la intolerancia a ciertos alimentos puede ser superada, la mayoría de los productos que provocan reacción una vez, lo seguirán haciendo para el resto de la vida del niño. Cuando tiene lugar una reacción de sensibilidad hacia cierto componente alimenticio, es entonces cuando hablamos de alergia. Es el sistema inmune de los niños el que rechaza ese elemento.
El abanico de síntomas es amplio y puede ir de la simple hinchazón en la lengua hasta la muerte. Entre las reacciones más leves en niños pequeños, encontramos la urticaria, el eccema, vómitos y diarrea. Según se incrementa la gravedad de los síntomas, pueden darse casos de asma, dolencias oculares y nasales. Debemos estar preparados ante cualquier emergencia con objeto de actuar con rapidez puesto que, en el peor de los casos, el niño puede sufrir un shock alérgico o anafilaxis, un colapso que puede acabar con la vida del pequeño.
Alimentos ante los que debes ser cuidadoso
La incidencia de los alérgenos alimenticios está presente en unos platos más que otros. Son los manjares con alto contenido proteínico los que más problemas suelen presentar. El primer lugar de la pirámide de los alérgenos por ingestión está la leche de vaca, un producto que provoca alergia en dos de cada centenar de niños. Sin embargo, la gravedad de esta intolerancia se supera con el paso del tiempo. Generalmente, al llegar a los cuatro años de edad, esta alergia desaparece en un 95% de los casos.
El huevo es otro de los alimentos hacia los que existe mayor propensión a la alergia, con un 35% de los casos; en concreto, la clara del mismo. Después de los tres años, el riesgo más peligroso lo representa el cacahuete, una leguminosa de consecuencias fatales si no se toman medidas a tiempo. Dentro de la familia de lo que, podríamos denominar frutos secos, le siguen al cacahuete por orden descendiente de potencia alérgena, las nueces y las avellanas.
Los pescados también resultan problemáticos aunque en menor medida. Se aconseja prestar atención especialmente a la administración de diversos tipos de marisco. Por otro lado, las conocidas alergias de reacción cruzada, es decir, cuando un producto provoca reacciones de hipersensibilidad al estar mezclado con otro, representan un aspecto a tener muy en cuenta. Lo mejor es acudir al pediatra para que nos detalle una lista, pero algunos ejemplos de estas combinaciones son tomate y arroz, o la leche de vaca con carne.
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En algunas ocasiones, la dislexia va unida a la dificultad para pronunciar correctamente, sobre todo, en lo que se refiere a palabras anteriormente desconocidas o a las excesivamente largas y con combinaciones de letras complicadas. Esto puede conducir a una incorrecta comprensión de la lectura. De este modo, y según avanza el problema, el niño suele presentar malos resultados escolares, por lo que conviene estar pendiente para detectar y tratar el problema a tiempo.
Aunque la mayor parte de los estudios hablan de la dislexia como una patología, hay que destacar la teoría que afirma que los que padecen este trastorno poseen un talento especial derivado de las mismas funciones mentales que impiden leer o escribir con normalidad. Esta perspectiva asegura que la dislexia es una habilidad natural que proporciona a la persona especiales facultades en diferentes campos de la vida.
Las causas directas de este trastorno aún están por descubrir, aunque la tesis más aceptada es la de una disfunción en alguna parte del cerebro que interviene en el proceso de aprendizaje y ejecución de la lectura y la escritura. Además, suele estar acompañada de otros problemas, como la dificultad para orientarse espacial y temporalmente. Asimismo, hay que destacar la importancia del factor hereditario en esta patología. Aunque menos común, existe la posibilidad de adquirir esta deficiencia en la edad adulta, cuando ya se sabe leer y escribir. La principal causa de este cambio es el haber sufrido algún tipo de lesión neurológica.
La mayor parte de estos trastornos se diagnostican durante el aprendizaje del infante. Son las llamadas dislexias evolutivas, y los síntomas que normalmente se presentan, son inversión en la escritura y en la lectura, la adhesión u omisión de letras o las repeticiones y vacilaciones a la hora de leer o hablar. Lo normal es que estas mermas desaparezcan a medida que avanza el aprendizaje mediante una táctica especial, pero si no mejora, se habla de dislexia madurativa, que suele ser señal de algún tipo de deficiencia mental. Aunque menos común, existe una dislexia adquirida que aparece como fruto de alguna lesión craneal que haya afectado al área del cerebro encargada del lenguaje.
Las causas en ambos trastornos son múltiples y casi tan variadas como lo son los enfermos.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), concretamente, la anorexia y bulimia nerviosas, han existido siempre, pero es en nuestros días, cuando hay una mayor preocupación debido a que cada vez son más frecuentes. El modelo actual de belleza impone un cuerpo cada vez más delgado y la industria, en este sentido, es cada vez más exigente: publicaciones de dietas y productos milagro, técnicas para moldear la figura…, lo que genera grandes beneficios económicos a algunas empresas a costa de convertir a muchas personas en esclavas de sus cuerpos. Estos problemas afectan mucho más a mujeres que a hombres (90% frente a un 10%), y sus repercusiones son muy graves. Hoy día, casi todos los medios de información hacen referencia a este tema; se describe su problemática y, así mismo, se pretende colaborar en la prevención de estos trastornos. Al mismo tiempo, se han ido creando grupos de autoayuda y asociaciones de familiares y/o personas afectadas dedicados a exigir, no sólo medidas de prevención, sino también mejoras asistenciales en la red sanitaria pública actual y medidas legislativas que regulen la publicidad enfocada única y exclusivamente a la posibilidad de alcanzar todo tipo de metas (a nivel personal, laboral, etc.) a través de conseguir un peso "X" y unas medidas corporales determinadas.
Quienes las sufren tienen en común un problema de base psicológico (baja autoestima, inseguridad, ansiedad…), lo que se ve acompañado de una preocupación excesiva por la comida, el peso y la figura. No obstante, su origen es multicausal y existen marcadas diferencias entre ambos trastornos.
